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La serie Atlas, Icare y Chronos nació en el otoño de 2020, en los albores de un período de transformaciones personales. Se basa en un trabajo más refinado y centrado exclusivamente en el cuerpo, la carne, la investigación de las gamas cromáticas. Cada cuadro también ilustra la cuestión del doble, del yo. Originalmente diseñada para ser leída/mostrada como una trinidad, esta serie también se puede leer como tres cartas del tarot.

Atlas fue la primera, ella pone las bases, el Titán que sostiene el mundo, el mundo que aplasta al Titán. El mundo aquí es una duplicación. La mujer se carga y recurre a su pasado para recuperarse. La oposición entre las dos figuras genera un sentimiento de ambivalencia. Donde algunos verán el sufrimiento del esfuerzo, otros verán esperanza.

Ícaro fue el segundo, el vuelo, la esperanza y la pasión que hace que las personas tomen decisiones audaces. Un impulso ascendente y unas manos, las del padre, del amante, del carcelero, de uno mismo que intenta frenar la fuga pero no lo consigue. De esta serie es el único que integra un elemento externo, unas alas de cartón, diseñadas para la ocasión y muy frágiles.

Chronos fue el último, no se entregó fácilmente y cerró la serie. En la primera idea buscaba una postura vertical entre besar y devorar. Una manera de absorberte, de volverte uno contigo mismo, ¿te amo te como, me amo me como?

De los juicios sólo surgió una gran violencia. Terminé dándole la vuelta al lienzo para transformarlo en un beso, unas palabras susurradas al oído, dos cuerpos idénticos flotando en una corriente ligeramente agitada. La ternura es importante. Este último lienzo se puede presentar tanto en horizontal como en vertical.

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